Un año atrás comenzaba la ofensiva contra la “Capital del
Califato”, la ciudad de Raqqa, operación que cuenta con el despliegue mayoritario
de las guerrillas kurdas - YPG/YPJ - aunque está siendo dirigida políticamente
por el gobierno de los Estados Unidos, que aprovechó esa coyuntura para profundizar
el desembarco de pertrechos y fuerzas propias. (Leer nota nuestra de un año atrás)
Hasta las batallas de Kobane y Tal Abyad – triunfos obtenidos
por las milicias, que se apoyaron en la movilización multitudinaria de las
masas del Kurdistán turco o Bakur y sectores solidarios de todo el mundo – los yanquis
no eran más que “aliados” tácticos y coyunturales de las YPG/YPJ, concentrándose
en la tarea de bombardear a ISIS en ciertos puntos.
El imperialismo tuvo la política de chantajear a los kurdos,
jugándose a convencerlos de que no podrían consolidar su dominio sobre Rojava sin
el apoyo aéreo y logístico de la “Coalición”. De hecho, podrían haber ayudado a
terminar los combates de Kobane mucho antes, solo con bombardear las líneas de
suministro del Estado Islámico, cosa que nunca hicieron.
Recién después de que los kurdos recuperaran la mayoría de
la ciudad, los jets estadounidenses atacaron la estratégica colina de Mishtenur,
facilitando el triunfo total de las guerrillas. Los yanquis utilizaron esta “carta”
para intensificar la presión sobre la conducción kurda, que hasta ese momento
negaba la posibilidad de “coordinar acciones” con EE.UU.
El retroceso de la movilización del pueblo kurdo en Turquía,
luego del intento fallido de “golpe”, cambió la situación, porque el aislamiento
de las milicias con la retaguardia turca - multitudinaria y combativa - empujó
a la vacilante dirección del PYD hacia los brazos de Obama, que no desaprovechó
esto para meterse con todo en el norte de Siria.
Quienes reivindican este reposicionamiento, se excusan en que
“no habría manera de enfrentar a semejante cantidad y calidad de enemigos sin
contar con alianzas militares tácticas”, o que “sería imposible que Rojava se
mantuviera sin estas, ya que la segunda potencia de la OTAN - Turquía -está al
acecho del otro lado de las fronteras”.
La conducción política de las guerrillas de Rojava eligió el
camino “más corto”, en vez de apoyarse en la movilización de los trabajadores y
los pueblos de todo el mundo, que miran con mucha simpatía la “Revolución de
los Cantones”. ¡El rumbo que permitió que las masas vietnamitas derrotaran a un
enemigo más poderoso que Turquía e ISIS juntos: EE.UU.!
Algunos años atrás los palestinos de la Franja de Gaza expulsaron
al poderoso ejército sionista con una combinación similar - la guerra de
túneles y una campaña de solidaridad internacional - que le ató las garras a la
bestia israelita, obligándola a retroceder de manera humillante. ¡Obvio que
elegir este camino no es sencillo, porque parece ser el más tortuoso!
Sin embargo es el más seguro, porque otorga un “crédito” fundamental,
como es la total y absoluta independencia de los poderes internacionales, una
opción, que si se la toma, provoca rápidamente la empatía de millones en todo
el mundo que odian a los imperialistas, ya que están peleando contra los planes
que aplican sus agentes locales.
Desde Convergencia Socialista y el espacio unitario Kurdistán
Desde el Sur, nos hemos ubicado desde el principio - y seguimos estando - en la
trinchera del pueblo kurdo, porque su
lucha es una causa más que justa. Eso no nos impide cuestionar, incluso con
dureza, la política de sus dirigentes, que al elegir el “camino más corto” se ataron
al carro del imperialismo.
A los yanquis y a sus aliados - con Donald Trump a la cabeza
- no les interesa la autonomía o independencia del Kurdistán, sino hacerse
dueños de los recursos y la excepcional ubicación geopolítica de la región. La única salida para los pueblos kurdos, árabes,
palestinos, yezidíes, turcomanos, asirios, baluchis, etc. es unirse y echar a
sus enemigos locales e imperiales.
La derrota de los capitalistas - que los oprimen nacionalmente
y explotan socialmente - les abrirá las puertas de la construcción de una sociedad
distinta, sin explotados/as ni explotadores/as: la Federación de Estados o
Regiones Autónomas Socialistas de Medio Oriente, asentada en asambleas democráticas
y milicias populares.
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