Por Carlos Amarilla
Los hechos marcan que poco a poco se le van cerrando las
puertas a Erdogan. Su política fascista en Turquía está llegando a su límite,
sus manotazos desesperados ya no surten el efecto inicial, su desprestigio
adentro y puertas afuera es cada vez mayor.
De ser la mano derecha de la OTAN e intervenir de lleno en
cada estallido de la “Primavera Árabe” junto a EEUU para frenar las
revoluciones a su actual aislamiento.
Su alianza sunní con Arabia Saudita, Qatar e Israel para
crear y sostener a ISIS -como ejército contrarrevolucionario y para derrocar a
Al Assad- terminó irritando a un sector del imperialismo, Obama y Putin, que
por distintos motivos entendieron que esta liga pretendía aprovecharse de sus
respectivas debilidades en beneficio de su propia agenda.
Obama no puede sostener la política genocida de Erdogan para
con los kurdos, que son sus más eficientes “aliados” a la hora de enfrentar a
ISIS. Las decapitaciones de personas de
nacionalidad estadounidense y la saña contra las mujeres y cristianos -religión
oficial del Imperio- lo obligó a intervenir más activamente.
De allí se desprende su apoyo logístico a Rojava a cambio de
utilizar a los kurdos como “Caballo de Troya” para que sus tropas vuelvan a
pisar el terreno de Siria e Iraq “asesorando” la ofensiva contra Raqqa, Mosul o
Manbij.
Por otro lado Rusia no podría dejar caer a Al Assad como sucedió
con sus viejos aliados Kadafi y Hussein. Es que Siria, tanto para los rusos
como para el resto de los imperialistas que se la disputan, es un lugar
estratégico porque por ahí pasa la ruta de los hidrocarburos hacia el
Mediterráneo. Tal es así, que los rusos tienen bases militares que están desde
la época de la “Guerra Fría”.
Obama, que en un primer momento había propiciado la caída de
Al Assad, terminó dándose cuenta de que era peor el remedio que la enfermedad.
Ante la aparición inesperada -o no tanto- de Rusia, se vio obligado a pactar un
reparto de influencias a cambio de frenar a la peligrosa alianza sunita, detrás
de la cual se agazapa un sector del propio imperialismo yanqui, íntimamente
relacionado a los republicanos del complejo militar industrial.
Turquía, el gran
perdedor
En ese contexto, el retroceso del ISIS y otras bandas
islamitas, como así también la casi segura unificación de los cantones de
Rojava, constituyen una durísima derrota para el régimen turco, que retrocedió en
su papel de gendarme imperialista de la región, un lugar que había ganado a
partir de su ubicación como segunda potencia militar de la OTAN.
El acuerdo del 5+1 firmado por Obama, el Papa, Putin e Irán,
debido al cual ese rol comenzará a ocuparlo el estado teocrático de Irán, que
ya tiene una gran influencia en Líbano, Iraq, Siria, Bahrein y Yemen pone a
Turquía -igual que Israel- en una situación más que incómoda y provocativa. ¡Ni
qué hablar de Arabia, uno de los tradicionales enemigos de Irán!
Entender esto sirve para descubrir las razones por las
cuales Erdogan actúa como un “elefante en el bazar”, empujando y aplastando
todo lo que se le pone adelante, principalmente al pueblo kurdo que masacra en
las ciudades fronterizas con Siria, tratando de evitar que por ahí se le filtre
la Revolución de sus vecinos kurdos de Rojava.
La crisis capitalista y el pacto de Obama con
Irán-Bashar-Putin pusieron a los jefes políticos de este país entre la “espada
y la pared”, obligándolos a actuar de manera mucho más violenta y agresiva que
lo habitual, empujando para eso una alianza militar -con ISIS y otros sectores-
contra su tradicional aliado, que es el gobierno de los Estados Unidos.
Erdogan combate con fiereza al pueblo kurdo porque trata de
apagar el fuego del proceso revolucionario que está aconteciendo en el norte de
Siria, de manera de evitar que contagie a los trabajadores de sus principales
ciudades. Sabe, mejor que nadie, que la alianza entre la nación oprimida más
grande de la tierra y el proletariado de su país sería, en caso de construirse,
poderosa e invencible.
De allí la fabulosa inversión de recursos para organizar a
las bandas contrarrevolucionarias islamitas que combaten contra los kurdos y
las kurdas en Rojava o Bashur (Kurdistán iraquí), una alianza preventiva junto
a otros regímenes caídos en desgracia debido al “5 más”, como Arabia Saudita,
Qatar e Israel.
De esa manera se entiende cómo la derrota de ISIS provoca la
derrota de sus mentores, de su proyecto y sus perspectivas. Y también, cómo la
revolución kurda -con su experimento de Confederalismo Democrático- aún con
todas sus limitaciones, es la barrera infranqueable que impide la pretendida reconstrucción
del viejo imperio otomano, de la mano del “Sultán” Erdogán.
Derrota del régimen
turco también en Turquía
La derrota de Erdogan no solo se está consumando en Siria e
Iraq, con la caída en desgracia del Estado Islámico, sino también dentro de su
propio territorio, a pesar de que su ejército ha obtenido algunas “victorias”
militares contra el pueblo kurdo, varias de cuyas ciudades están siendo
destruidas.
Sin embargo estas “victoria” son pírricas, porque
políticamente se le vuelven en contra. Su política de aniquilación de los
kurdos y de represión contra todos los que los apoyan (desde los docentes de
Estambul hasta el prestigioso escritor Noam Chomsky) provocó una reacción
internacional tan grande, que terminó aislando al Sultán y sus secuaces.
El respaldo explícito a ISIS, la represión contra las
mujeres o la descarada quita de los fueros a los diputados del HDP (Partido
Democrático de los Pueblos) -que técnicamente es un golpe de estado- han
merecido el masivo y duro repudio de los líderes mundiales capitalistas, quienes
debido a la crisis económica y la lucha de sus respectivos pueblos no tienen márgenes
para apoyar semejante cantidad y calidad de improperios.
La numerosa colectividad kurda, muy activa en países claves
como Francia y Alemania (tradicional socio de Turquía) es vista con simpatías
por todas las personalidades, la mayoría de las cuales se ha visto obligada a
repudiar a los funcionarios turcos, como sucedió en el funeral de Muhamad Alí,
cuando sus familiares echaron del mismo a Erdogan.
Hasta la vieja amiga de Erdogan, Ángela Merkel, tuvo que
tomar distancia. Esta relación tuvo su golpe de gracia con el reconocimiento
parlamentario por parte de Alemania del Genocidio Armenio, un reconocimiento
que se dio justo en el momento en que el régimen de Erdogan estaba terminando de
destruir, con métodos genocidas, la ciudad kurda de Nusayabyn.
El tiempo de Erdogan está llegando a su epílogo, lo que no
significa que deje de ser peligroso. Todo lo contrario: ¡Cuanto más desesperado
y sin salida se sienta más daño estará dispuesto a dar! Es que no puede
volverse a casa así como así, estando acusado de crímenes de lesa humanidad que
pueden incluir su pena de muerte, vía tribunal de la Haya u otras instancias.
Lo más probable es que su final definitivo ocurra de manera
estrepitosa. ¿Será mediante su renuncia? ¡Descartado porque no tiene márgenes!
¿Esperará las elecciones? Difícil que llegue, y en caso de que lo haga no podría
dejar su cargo debido a las acusaciones.
Quedan dos posibilidades. Una, por un GOLPE DE ESTADO de
algún ala militar, que no sería la primera vez que suceda en Turquía. Podría ocurrir
por una suma de elementos, como la impopular guerra civil contra los kurdos, la
economía en picada, el alejamiento de los viejos aliados o la posibilidad de
una “locura” mayor, como una guerra mucho que vaya más allá de las fronteras…
La otra podría llegar de la mano de la clase obrera en la
escena, luego de una seria de huelgas generales que impongan cambio del régimen,
perspectiva que podría desarrollarse a partir de las penurias que provoque la
crisis económica, las muertes por los atentados, la guerra contra los kurdos o
una eventual guerra con otros países provocando miles de muertos.
Muchos sectores de izquierda explican que esta perspectiva sería
inviable debido al “chauvinismo turco”. De acuerdo a estos primaría el sentimiento nacionalista de las
masas, que hoy se expresa en el apoyo electoral al partido de Erdogan y más
adelante en un hipotético apoyo a nuevas y más intensas aventuras militares en
nombre de la “patria”.
Sin embargo, no tienen en cuenta que las guerras y las
catástrofes siempre cambian todo, comenzando por las conciencias más atrasadas,
empujando a los trabajadores y el pueblo hacia opciones de signo opuesto. De
alguna manera, eso está empezando a suceder debido a la debacle del régimen y tiene
su expresión de vanguardia en territorio kurdo.
Como diría Trotsky previendo situaciones como esta: "Al
principio de la guerra las secciones de la IV internacional se sentirán
inevitablemente aisladas porque cada guerra toma de improviso a las masas
populares y las empuja del lado del aparato gubernamental.”
“Los internacionalistas deberán marchar contra la corriente.
No obstante, las devastaciones y los males de la nueva guerra, que desde los
primeros meses dejarán muy atrás los sangrientos horrores de 1914-18
desilusionarán pronto a las masas. Su descontento y su rebelión crecerán por saltos.”
En un contexto de esas características, las políticas
revolucionarias volverían a seducir a las masas. Trotski dijo, en ese sentido,
que “El programa de reivindicaciones transitorias adquirirá una ardiente
actualidad y el problema de la conquista del poder por el proletariado se
planteará con toda su amplitud.”
En ese sentido, lograr que la clase obrera turca se una con
el pueblo kurdo en lucha -siguiendo el camino de Rojava- y que los kurdos y las
kurdas dejen de confiar en las direcciones que les proponen desarmar las
asambleas y las milicias populares -construyendo un estado occidental
“ecologista y femenino”- debe ser el objetivo de los revolucionarios.
Si realmente están dispuestos a aprovechar las enormes
condiciones que están desarrollándose para concretar una revolución de carácter
obrera y socialista, también deberían disputarle la dirección de las masas a
las dirección que las inducen a confiar en las potencias enemigas que “ayudan a
pelear contra ISIS”, concretando acuerdos estratégicos, no tácticos, con estas.
La derrota del bloque sunní respaldado por una de las alas
del imperialismo yanqui, deja en crisis a sus integrantes, siendo Turquía el
que peor queda. La situación económica y la pérdida de aliados externos dejan a
ese país en una situación de extrema debilidad, poniéndolo ante la perspectiva
de un estallido o un golpe de estado, o una combinación de ambos.
Cualquiera de estas definiciones beneficiará a los kurdos,
que conseguirán más concesiones y autonomía, incluso la posibilidad (sólo con
una caída estrepitosa del régimen) de construir un estado independiente que
separe Bakur de Turquía y (un sueño nada imposible en este contexto) que lo
anexe a Rojava.
Esto significaría un golpe demoledor para el régimen
imperialista en decadencia que hoy comanda Erdogan, que amenazaría al conjunto del
dominio imperialista de Medio Oriente y la gobernabilidad de cada uno de sus
lacayos locales.
Cualquiera de estas situaciones provocaría reacciones en
Europa y una parte de Asia, ya que Turquía está en medio de ambos continentes e
influye directamente a países cercanos -como, Armenia, Grecia o Azerbaiyán- provocando
una onda “expansiva” que llegaría a otros más lejanos, que como Francia están
inmersos en una profunda crisis.
Sería el comienzo de una etapa con finales abiertos entre la
revolución y la contrarrevolución, dentro de la cual se podrán a prueba, más
que nunca, los programas y las direcciones de los revolucionarios.
Las aguas del reloj de la lucha de clases caminan y, en la
medida en que avanzan, ponen a prueba programas y direcciones de los
revolucionarios. Aunque gran parte de lo expuesto entra en el terreno de las
hipótesis, las agujas corren y cada vez son menos las opciones que tienen Turquía
y Erdogan, acercando estas teorías a la realidad.