Por Pablo Mestrovic
El sitio “Kurdistán
América Latina” ha reproducido recientemente un texto de la intelectual y
activista kurda Hazwin Azeez titulado “Imperfecta solidaridad, falsos aliados”,
haciendo una crítica de los militantes internacionalistas que apoyan la lucha
del pueblo kurdo. Pero, que a su juicio, muestran una falta de compromiso
sincero con esa lucha y, sobre todo, una actitud despectiva “eurocéntrica” y
“orientalista”.
En primer lugar, es
importante señalar el marco teórico desde el cual parte la autora del artículo.
El concepto de “orientalismo” fue desarrollado por el investigador palestino
Edward Said (1928-2003) en su obra de 1978 que llevaba precisamente ese título.
Said es uno de los principales referentes de los “estudios poscoloniales”.
Esta corriente
académica concentra su crítica en los aspectos ideológicos del imperialismo,
dejando en segundo plano la base material que determina la necesidad de la
expansión imperialista. El término “orientalismo” hace referencia a los
“estudios orientales”, una disciplina surgida en el siglo XIX, durante el
periodo de expansión imperialista europea en Asia y Africa. Los “estudios
orientales” tendían a presentar una imagen esencializada, estática y
generalmente negativa de las sociedades no europeas. Esta percepción se reflejó
también en las artes, sobre todo en la pintura.
Al propio tiempo, Edward
Said polemizaba con el historiador norteamericano Bernard Lewis (1916), que presentaba
ya desde los años ‘50 a la cultura islámica en un estado de enfrentamiento
permanente con la cultura occidental, preanunciando el concepto de Samuel
Huntington de “choque de civilizaciones” y al mismo tiempo se ha dedicado a
negar sistemáticamente el genocidio armenio a manos del Estado turco. La
reaccionaria tarea académica de Lewis fue premiada con el puesto de asesor del
gobierno de George W. Bush y diversas distinciones del gobierno de Turquía.
Sin embargo, los
“estudios poscoloniales” tienen una gran debilidad en términos del análisis de
la acción del imperialismo en Medio Oriente. A pesar de la propaganda
imperialista sobre “la defensa de la
democracia y los derechos humanos”, y en particular los de las mujeres y
minorías sexuales, la política imperialista en Medio Oriente desde la Primera
Guerra Mundial se ha basado en una alianza con los jefes tribales árabes (lo
que se suele denominar, aunque el término es impreciso, los “jeques”), el
sector más reaccionario y oscurantista de esa sociedad.
Con la excepción de
Palestina (donde se dio un proceso de colonización “clásico” pero cuya
fundamentación ideológica fue el “retorno” del pueblo judío a su tierra
ancestral y sólo en épocas más recientes ha adquirido el componente
explícitamente racista de la supuesta incapacidad innata del pueblo palestino
para autogobernarse), la política imperialista en Medio Oriente ha procurado
utilizar formas de “gobierno indirecto” en alianza con las élites locales y los
periodos de dominación política occidental directa han sido relativamente
breves (el caso de Argelia es diferente y su análisis excedería la temática de
este texto).
Esta política, que
excluye la imposición de valores y formas de organización social “occidentales”
y se sigue aplicando hasta hoy con las monarquías petroleras de Arabia Saudita,
Qatar y otras, fue extendida posteriormente a los regímenes nacionalistas
árabes desgastados, como los de Egipto y Libia. En algún momento del futuro,
incluso se podría extender al régimen de los ayatolás de Irán.
La solidaridad con el
pueblo kurdo, tanto a nivel de la agitación por la liberación de Abdullah
Ocalan, el levantamiento de la calificación de “organización terrorista” al
PKK, la difusión a nivel internacional de la situación del pueblo kurdo, como
de la participación en la lucha armada en Rojava ya sea en roles de combate o
auxiliares, ha movilizado a sectores políticos muy amplios.
En Europa occidental,
corrientes de izquierda socialdemocratizadas, como Izquierda Unida en el Estado
Español o Die Linke en Alemania, que no se oponen consecuentemente al
imperialismo ni apoyan los movimientos de liberación nacional en sus propios
países, tienen un rol protagónico en la lucha por la liberación del dirigente
Apo y contra los acuerdos criminales de la UE con Turquía, que le dan “luz
verde” para seguir masacrando al pueblo kurdo.
En esos mismos países,
partidos estalinistas que adhieren a un “marxismo-leninisno” esclerosado, han
enviado combatientes a participar en la lucha armada en Rojava. También apoyan
al movimiento de liberación nacional kurdo diversas corrientes anarquistas, que
en muchos casos tienen un conocimiento muy limitado del proceso de Rojava y
extrapolan sus propios marcos de referencia teóricos al mismo.
Pero como si eso no
fuera suficiente, y para provocar seguramente la mayor indignación de Hazwin
Azeez, incluso ex soldados norteamericanos, veteranos de las guerras de
Afganistán e Irak, están combatiendo y muriendo junto a las YPG/YPJ en Rojava.
Es que se tomaron “demasiado en serio” la ideología imperialista de “defensa de
la democracia y los derechos humanos” en la que fueron adoctrinados para ir a
masacrar pueblos.
¿Quién sabe si el
contacto con la revolución de Rojava, que muestra que la lucha revolucionaria
de los trabajadores y los pueblos y no el imperialismo, es la única fuerza
capaz de derrotar al islamismo reaccionario, no les generará una crisis
ideológica?
Para hablar de “falsos
aliados”, habría que mencionar también a los imperialismos francés, yanqui y
ruso, con los que el gobierno de los cantones de Rojava ha establecido una
alianza táctica. O del régimen de Bashar Al Assad, y las corrientes de
izquierda chavistas y estalinistas (que a él sí, lo apoyan incondicionalmente),
que simplemente consideran a las YPG/YPJ como un aliado circunstancial en la
guerra civil que azota a Siria desde 2011.
Estas corrientes pueden
elogiar abundantemente a Abdullah Ocalan y el Confederalismo Democrático, pero
simplemente están esperando al aniquilamiento del Daesh y otras bandas
islamistas para que Siria vuelva a la “normalidad”, la de la “República Árabe”,
la política de limpieza étnica contra los kurdos y la legislación civil y penal
basada en la sharia islámica que
niega a las mujeres sus derechos más elementales.
Los que apoyamos la
revolución que se está desarrollando en Kurdistán, criticamos fraternalmente,
incluso si la crítica puede sonar muy dura, a los compañeros que la están
llevando a cabo, porque queremos que triunfe. Pero no podemos aceptar que nos
nieguen el derecho a reflexionar sobre ese proceso con el argumento de que “no
somos kurdos” y no conocemos el sufrimiento el pueblo kurdo. Marx y Engels, los
fundadores del socialismo, eran los dos burgueses ¿A quién se le ocurriría
cuestionar su legitimidad como referentes para la lucha por la liberación de la
clase obrera?
Para terminar este
texto, recordamos la escena de la película “Tierra y libertad”, del director
británico Kenneth Loach, que transcurre en el marco de la discusión sobre la la
colectivización de la tierra en una aldea recién liberada de las fuerzas
franquistas en la región de Aragón.
Al serles solicitada su
opinión a los combatientes internacionalistas presentes en la zona, el
protagonista de la película, un obrero británico y militante comunista,
contestó humildemente “Es su aldea, es su decisión”, el militante anarquista
español que presidía la asamblea le respondió: “Compañeros, LA ASAMBLEA ESTA
ABIERTA, VOSOTROS SOIS PARTE DE LA ASAMBLEA”. Nosotros también nos sentimos
parte de la revolución kurda, aunque haya quien nos considere “falsos aliados”.
es muy buena la nota, creo que el debate sobre la situacion en kurdistan es clave para todos los que realmente piensan en kurdistan autonomo con un papel importante de las mujeres, porque los falsos aliados son aquellos solo son aquellos que figuran " en discurso de la paz" como EEUU, sin dejar lugar que aca hay revolucion politica y de las mujeres. y como la otra parte, aqui en Berlin en la organizacion kurda, nunca de debate sobre falsas solidaridades, pues la hay, los que consideramos seriamente el papel internacionalista somos cuestionados.
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