Por Pablo Mestrovic
El régimen del Baath sirio, dirigido por Bashar Al Assad
desde 2000, es percibido frecuentemente por distintas corrientes de izquierda,
particularmente las emparentadas con el stalinismo en sus distintas variantes y
en América Latina, con el chavismo, como un régimen antiimperialista, dado su
largo enfrentamiento con Israel y los Estados Unidos.
Al propio tiempo, estas
corrientes valoran positivamente el carácter laico del régimen de Al Assad y su
rol de fuerza de contención del terrorismo islamista expresado en el Daesh y
otras organizaciones afines y financiado por Arabia Saudita, Qatar y Turquía.
Sin
embargo, una mirada más atenta sobre los aliados que el régimen de Al Assad ha
sabido conseguir a lo largo de los años muestra una imagen muy diferente y que
debería alarmar a cualquier partidario de posiciones no ya de izquierda, sino
mínimamente progresistas.
La cercanía del régimen del Baath sirio con el fascismo
comenzó en los años ’50. Al igual que otros regímenes nacionalistas árabes,
como el de Nasser en Egipto, el Baath sirio brindo refugio a antiguos
funcionarios del régimen nazi, dispersados por el mundo después de la Segunda
Guerra Mundial.
En el caso de Siria, Alois Brunner, antiguo oficial de las SS y participante de
la “solución final”, fue encargado por Hafez Al Assad, el padre y antecesor del
actual presidente sirio, de reorganizar la policía política siria utilizando su
“experiencia” en materia de represión y genocidio.
(https://en.qantara.de/content/the-syrian-conflict-a-red-brown-alliance-for-syria)
En décadas siguientes el régimen conducido por la familia Al
Assad recibió el apoyo de organizaciones de extrema derecha norteamericanas,
particularmente del Ku Klux Klan, cuyo dirigente David Duke visito Siria en 2005
y se reunió con destacados dirigentes del régimen que lo elogiaron como una
“imagen positiva del norteamericano promedio”
(http://www.thegatewaypundit.com/2005/11/david-duke-joins-assad-in-damascus-to-confront-evil-zionism/)
El mismo año el Partido Social Nacionalista Sirio fue autorizado a integrar el
Frente Nacional Progresista, la coalición electoral oficialista que procura
brindar una apariencia de “pluralismo” a la dictadura del Baath y que hasta ese
momento solo incluía partidos nacionalistas árabes y el Partido Comunista de
Siria.
El PSNS había sido fundado en 1932 y constituía una especie de copia del
nazismo alemán en el contexto de Siria, con un símbolo similar a la svástica y
grupos paramilitares al estilo de las “camisas pardas” nazis. Esta organización
que reivindicaba un “nacionalismo sirio” y entre otras cosas preconiza la anexión
del Líbano, nunca pasó de ser un grupo minúsculo particularmente apoyado por
intelectuales.
Sin embargo, Bashar Al Assad decidió utilizarlo para dotar a su
régimen de una base social más amplia. (http://www.occupyantwerp.be/is-fascism-infiltrating-our-rallies-2/)
El Partido Comunista de Siria, que en la época de fundación del PSNS lo había señalado
claramente como una expresión del fascismo, no puso ninguna objeción a
incluirlo en la coalición gobernante.
(http://www.marx2mao.com/Other/SCP35.html)
En 2012, el PSNS pasó a cumplir el mismo rol
integrando la “oposición” en las primeras elecciones “pluripartidistas”
organizadas por el régimen. Hasta aquí el régimen de la familia Al Assad no se
diferenciaría demasiado de los demás regímenes nacionalistas árabes.
Su
oportunismo político y falta de visión estratégica, sumado a la habilidad de
las variantes más tradicionales del fascismo para camuflar su antisemitismo
como “solidaridad con el pueblo palestino” y los pueblos árabes en general en
conflicto con el estado sionista, han hecho posibles este tipo de alianzas.
Pero el régimen de Al Assad no ha tenido ningún escrúpulo
para aliarse también con las versiones más “modernizadas” del fascismo. Estas
corrientes tienen como punto de diferenciación principal con las más
tradicionales la sustitución del antisemitismo por la islamofobia como eje
articulador de su ideología.
Sería lógico que siendo Bashar Al Assad y los
principales dirigentes del régimen sirio de religión musulmana (aunque
adherentes de una variante algo heterodoxa, la secta alawí) y el propio régimen
definiendo al islam como religión oficial, tales alianzas fueran impensables.
Sin embargo, particularmente a partir del comienzo de la
guerra civil siria en 2011, el régimen de Al Assad ha recibido el apoyo del
Frente Nacional francés, los partidos españoles Democracia Nacional y
Movimiento Social Republicano, el Partido Nacional Británico y otras
organizaciones representativas de la “nueva” extrema derecha europea.
Este
apoyo de la extrema derecha europea al régimen de Al Assad genera dudas entre
sus militantes menos “pragmáticos”. El partido neonazi español Alianza
Nacional, por ejemplo, recibió críticas en las redes sociales por aliarse con
“los moros”.
(ttps://twitter.com/AN_LosTuyos/status/711278045668229120)
En este contexto no podemos dejar de mencionar el rol de la Iglesia Católica.
Si bien el apoyo del papa actual al pacto 5 + 1 que sostiene al régimen de Al
Assad es ostensible, algunos sectores del clero católico llegan más lejos en su
identificación con el dictador sirio, combinada con la islamofobia más radical.
La hermana María Guadalupe Rodrigo, de la orden del Verbo Encarnado, conocida
por sus posiciones ultraconservadoras, ha aparecido frecuentemente en los
medios de comunicación de varios países de habla hispana como una representante
del rol “humanitario” de la Iglesia Católica en Siria.
En una conferencia
dictada en la ciudad de Donosti (San Sebastián), en el Estado Español, la
religiosa argentina no sólo defendió a la dictadura de Al Assad por su
“protección de la minoría cristiana” de Siria, sino que recomendó una política
hacia los refugiados víctimas del conflicto en Siria que supone seleccionarlos
en función de la religión.
Así, solamente los refugiados cristianos deberían
ser admitidos en Europa, porque según esta monja tan “humanitaria”, “los
musulmanes pueden emigrar a Arabia Saudita y Qatar”
(https://www.youtube.com/watch?v=dPBf7UlUcXQ)
El apoyo al régimen de Al Assad es perfectamente compatible
con la islamofobia extrema que la ultraderecha europea ha adoptado en los
últimos 15 años. Por un lado, como ya mencionamos, el régimen de Al Assad está
controlado por la secta alawí, minoritaria dentro de Siria pero que hegemoniza
las fuerzas armadas desde la época de la dominación francesa.
Los colonizadores
franceses, después de fracasar su intento de dividir a Siria en varios estados
con bases étnico-religiosas, optaron por utilizar a los alawies para reprimir a
la mayoría musulmana sunnita, un método muy habitual de las potencias
colonialistas. (http://www.mepc.org/journal/middle-east-policy-archives/roots-alawite-sunni-rivalry-syria)
Los alawíes apenas tienen presencia en la inmigración musulmana hacia Europa occidental, principal blanco de la islamofobia, y en cambio son mayoritarios los musulmanes sunnitas.
Los alawíes apenas tienen presencia en la inmigración musulmana hacia Europa occidental, principal blanco de la islamofobia, y en cambio son mayoritarios los musulmanes sunnitas.
El régimen de Al Assad es consciente de su falta de
legitimidad dentro de la mayoría musulmana sunnita de Siria, por eso su actitud
hacia ella es similar a la de una potencia colonial hacia la población “nativa”
y se sostiene en base a la alianza con Irán, el partido chiita Hezbollah del Líbano
y particularmente Rusia y China.
Estas dos últimas potencias tienen su propia
versión del “choque de civilizaciones”, en el caso de Rusia en Chechenia y en
el caso chino en Xinjiang. En los dos casos se trata de poblaciones de religión
musulmana que son objeto de una política genocida que nada tiene que envidiar a
los métodos del imperialismo yanqui y sionista.
El genocidio perpetrado por
Putin en Chechenia es relativamente conocido. Sin embargo, la política de colonización
y desplazamiento forzado desarrollada por el estado chino en Xinjiang en contra
del pueblo uygur, que se propone convertirlo en una minoría en su propio
territorio, es mucho menos conocida, pero guarda un notable parecido con la
política sionista en Palestina.
Y en los dos casos, por supuesto, el pretexto
es la “lucha contra el terrorismo”, que también utiliza el régimen de Al Assad
para reducir ciudades enteras, como Homs y Aleppo, a ruinas y masacrar
sistemáticamente a los partidarios reales o supuestos de los grupos armados
islamistas y en general a cualquier expresión de oposición genuina. Semejante
accionar no puede menos que recibir el apoyo entusiasta de la ultraderecha
islamófoba.
Pero la causa de la identificación de las distintas
corrientes fascistas con al régimen de Al Assad es más profunda. Las viejas
teorías sobre la “conspiración judeo-masónico-marxista” han sido “enriquecidas”
en las últimas décadas con el agregado de los inmigrantes de diversas
procedencias y los movimientos de mujeres y GLTTB, a la lista de enemigos de la
“civilización cristiana occidental” y la “raza blanca”.
A esto se agrega el capital transnacional,
representado por el Fondo Monetario Internacional y la Unión Europea, y otras
fuerzas “mundialistas”. Así, el mérito del régimen de Al Assad pasaría por
enfrentar al “Nuevo Orden Mundial dirigido por la familia Rothschild”, ente
otros disparates que estos grupos difunden en el ciberespacio.
Sin embargo, los
aliados neofascistas de Al Assad son especialmente hábiles para explotar
algunos datos de la realidad como la alianza entre el imperialismo sionista y
el Daesh. Por supuesto, al insertarlos en el la lógica reaccionaria y paranoide
propia del fascismo, estos datos se transforman en pretextos para atacar a la
izquierda anticapitalista y revolucionaria o a cualquier corriente genuinamente
democrática como parte de una conspiración entre “el sionismo, el islamismo y
las élites mundialistas”.
Una muestra de cómo opera esta lógica la tenemos en
que el ya mencionado David Duke, a pesar de su “antisionismo”, no ha vacilado
en apoyar la candidatura de Donald Trump, cuya actitud de identificación total
con el lobby pro-Israel es bien conocida (https://timeline.com/david-duke-went-from-the-kkk-to-assad-s-syria-to-trump-s-america-865377560882#.3kuhnqwgu).
El motivo para olvidar ese “detalle” es precisamente que Trump le otorga a la extrema derecha norteamericana abiertamente racista su primera oportunidad para llegar a la Casa Blanca.
El motivo para olvidar ese “detalle” es precisamente que Trump le otorga a la extrema derecha norteamericana abiertamente racista su primera oportunidad para llegar a la Casa Blanca.
Esta es simplemente una selección de la abundante evidencia
que muestra que, más allá de lo que sus simpatizantes stalinistas o
pro-chavistas quieran creer, el régimen de Al Assad representa todos los
postulados del fascismo contemporáneo, incluida la islamofobia y en general el
odio hacia los inmigrantes o refugiados de origen no europeo.
Una posición
antifascista y antiimperialista consecuente no es compatible con el apoyo a un
régimen que se sostiene contra la voluntad popular mayoritaria, aliándose con
potencias imperialistas y toda clase de movimientos políticos fascistas.
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