sábado, 18 de junio de 2016

Para democratizar Siria hay que expulsar al imperialismo y acabar con ISIS y Bashar

Obama, Rohuani, Bashar y Putin. Sin acabar y romper con estos enemigos del pueblo kurdo y demás etnias y sectores sociales oprimidos y explotados, no habrá manera de democratizar Siria y el conjunto de la región.
Por Juan Giglio

Los deseos de Erdogan de convertirse en el Sultán de la reconstrucción del Imperio Otomano continúan aislándolo de sus viejos aliados, como Ángela Merkel, que acaba de desairarlo mediante la reivindicación de la votación del parlamento alemán, que resolvió repudiar el genocidio armenio perpetrado por el ejército imperialista turco.

En ese contexto, el bloque “sunita” constituido por Turquía, Arabia, Qatar, Israel y una fracción del Partido Republicano yanqui continúa perdiendo la guerra, ya que las bandas de mercenarios que sostienen -principalmente ISIS- tuvieron que abandonar Faluya en Iraq y están a punto de perder Manbij y Raqqa en Siria.
El frente “chiita” liderado por Obama, Putin, Irán, Bashar y el Papa -promotores del acuerdo 5 más 1 y las conversaciones de Ginebra- está triunfando gracias a los bombardeos, Hezbollah y la fuerza arrolladora de sus aliadas circunstanciales, las milicias kurdas, que pelean para instaurar el “Confederalismo Democrático”.
La principal derrota de ISIS es el cierre del acceso hacia Turquía a raíz del sitio de Manbij, lo cual constituye un durísimo golpe a la segunda potencia de la OTAN, desde cuyas fronteras se abastecía a las tropas del Estado Islámico, que además traficaba el petróleo proveniente de las regiones que conquistaron.  
La crisis de los viejos gendarmes imperiales -Israel, Turquía y Arabia- cuyo espacio aún no ha sido ocupado por quien aspira a reemplazarlos -Irán- da lugar a una situación extremadamente propicia para que continúe el avance de las fuerzas kurdas, que, en los hechos, se están aprovechando de estas circunstancias.
Más allá de las intenciones conciliadoras de sus conducciones kurdas, la decisión de cerrar los cantones e impulsar un régimen federal para el conjunto de Siria, atenta contra las políticas del imperialismo y las burguesías locales, que no pueden darse el lujo de conceder ningún tipo de democratización ni “autonomía”.  
Es que para consumar el saqueo indiscriminado de los recursos petroleros y gasíferos, tanto Obama como sus lacayos regionales, necesitan contar con un estado fuerte que unifique Siria al servicio la regimentación y la explotación salvaje de los trabajadores y el pueblo que habitan a lo largo y a lo ancho de su territorio.
La crisis mundial abierta a partir de la debacle del Lehman Brothers, que generó una situación global recesiva y una tremenda respuesta del movimiento de masas en la mayor parte del mundo, les resta márgenes para aplicar políticas que no sean durísimos planes de ajuste y represión, como los que se proponen para el resto del mundo.
Por eso el plan de Obama, Putin, el Papa, Irán y sus socios del “cinco más uno”, no es garantizar la autonomía kurda, sino utilizar las aspiraciones democratistas de su pueblo para derrotar a los enemigos en común, para después emprender una contraofensiva que aplaque sus ímpetus democratizadores, regimentándolos de manera brutal.
Las herramientas que tendrán para eso son las fuerzas armadas del régimen baathista -con o sin Bashar Al Assad-, las milicias reaccionarias de Hezbollah y la “quinta columna” enquistada dentro del PYD, YPG, YPJ: los/as dirigentes que no quieren llevar la Revolución de Rojavá hasta las últimas consecuencias, sino pactar con el imperialismo.
Los/as revolucionarios/as debemos ubicarnos en la trinchera militar del pueblo kurdo sin dejar de criticar las políticas de quienes no están dispuestos/as a cumplir con la tarea más importante de una revolución social: la expropiación de los capitalistas para que sus bienes y propiedades pasen a formar parte del patrimonio obrero y popular.
Es que sin eso no habrá manera de contar con los recursos que permitan cumplir con la aspiración democrática más importante, que es la de lograr un aumento significativo en la calidad de vida y el nivel de los ingresos de la mayoría, que pertenece a la clase trabajadora y al pueblo más empobrecido.
El régimen de democracia directa tiene que servir para organizar una economía de carácter Socialista, asumiendo que no existe ninguna posibilidad de construir un sistema democrático consecuente sin acabar con la dictadura de la burguesía, o sea el sistema capitalista e imperialista que domina y destruye al planeta en el que vivimos.
Para eso hay que derrotar a los enemigos de la democracia -Obama, ISIS, Erdogan, Bashar, Rohuani, Barzani, etc.- apoyándose en la solidaridad de los únicos sectores sociales y políticos interesados en avanzar en ese sentido: los trabajadores y el pueblo de Medio Oriente y las organizaciones revolucionarias socialistas.
Una alianza estratégica con los capitostes de Estados Unidos, Francia, Italia o Irán conducirá a las masas kurdas y demás etnias oprimidas a un callejón sin salida, una situación que lejos de acercarlas al triunfo las terminará derrotando.
¡Viva la Revolución de Rojava! ¡Vamos por Manbij, el cierre de los cantones y por Raqqa! ¡Vamos por la democratización de todo Siria, construyendo el único sistema alternativo a la “Modernidad Capitalista”, que es el Socialismo apoyado en el régimen de las asambleas y las milicias populares!

martes, 14 de junio de 2016

LA DURA DERROTA DE ERDOGAN: TURQUÍA EN LA ENCRUCIJADA


Por Carlos Amarilla
Los hechos marcan que poco a poco se le van cerrando las puertas a Erdogan. Su política fascista en Turquía está llegando a su límite, sus manotazos desesperados ya no surten el efecto inicial, su desprestigio adentro y puertas afuera es cada vez mayor.
De ser la mano derecha de la OTAN e intervenir de lleno en cada estallido de la “Primavera Árabe” junto a EEUU para frenar las revoluciones a su actual aislamiento.
Su alianza sunní con Arabia Saudita, Qatar e Israel para crear y sostener a ISIS -como ejército contrarrevolucionario y para derrocar a Al Assad- terminó irritando a un sector del imperialismo, Obama y Putin, que por distintos motivos entendieron que esta liga pretendía aprovecharse de sus respectivas debilidades en beneficio de su propia agenda.
Obama no puede sostener la política genocida de Erdogan para con los kurdos, que son sus más eficientes “aliados” a la hora de enfrentar a ISIS.  Las decapitaciones de personas de nacionalidad estadounidense y la saña contra las mujeres y cristianos -religión oficial del Imperio- lo obligó a intervenir más activamente.
De allí se desprende su apoyo logístico a Rojava a cambio de utilizar a los kurdos como “Caballo de Troya” para que sus tropas vuelvan a pisar el terreno de Siria e Iraq “asesorando” la ofensiva contra Raqqa, Mosul o Manbij.
Por otro lado Rusia no podría dejar caer a Al Assad como sucedió con sus viejos aliados Kadafi y Hussein. Es que Siria, tanto para los rusos como para el resto de los imperialistas que se la disputan, es un lugar estratégico porque por ahí pasa la ruta de los hidrocarburos hacia el Mediterráneo. Tal es así, que los rusos tienen bases militares que están desde la época de la “Guerra Fría”.
Obama, que en un primer momento había propiciado la caída de Al Assad, terminó dándose cuenta de que era peor el remedio que la enfermedad. Ante la aparición inesperada -o no tanto- de Rusia, se vio obligado a pactar un reparto de influencias a cambio de frenar a la peligrosa alianza sunita, detrás de la cual se agazapa un sector del propio imperialismo yanqui, íntimamente relacionado a los republicanos del complejo militar industrial.
Turquía, el gran perdedor
En ese contexto, el retroceso del ISIS y otras bandas islamitas, como así también la casi segura unificación de los cantones de Rojava, constituyen una durísima derrota para el régimen turco, que retrocedió en su papel de gendarme imperialista de la región, un lugar que había ganado a partir de su ubicación como segunda potencia militar de la OTAN.
El acuerdo del 5+1 firmado por Obama, el Papa, Putin e Irán, debido al cual ese rol comenzará a ocuparlo el estado teocrático de Irán, que ya tiene una gran influencia en Líbano, Iraq, Siria, Bahrein y Yemen pone a Turquía -igual que Israel- en una situación más que incómoda y provocativa. ¡Ni qué hablar de Arabia, uno de los tradicionales enemigos de Irán!
Entender esto sirve para descubrir las razones por las cuales Erdogan actúa como un “elefante en el bazar”, empujando y aplastando todo lo que se le pone adelante, principalmente al pueblo kurdo que masacra en las ciudades fronterizas con Siria, tratando de evitar que por ahí se le filtre la Revolución de sus vecinos kurdos de Rojava.
La crisis capitalista y el pacto de Obama con Irán-Bashar-Putin pusieron a los jefes políticos de este país entre la “espada y la pared”, obligándolos a actuar de manera mucho más violenta y agresiva que lo habitual, empujando para eso una alianza militar -con ISIS y otros sectores- contra su tradicional aliado, que es el gobierno de los Estados Unidos.  
Erdogan combate con fiereza al pueblo kurdo porque trata de apagar el fuego del proceso revolucionario que está aconteciendo en el norte de Siria, de manera de evitar que contagie a los trabajadores de sus principales ciudades. Sabe, mejor que nadie, que la alianza entre la nación oprimida más grande de la tierra y el proletariado de su país sería, en caso de construirse, poderosa e invencible. 
De allí la fabulosa inversión de recursos para organizar a las bandas contrarrevolucionarias islamitas que combaten contra los kurdos y las kurdas en Rojava o Bashur (Kurdistán iraquí), una alianza preventiva junto a otros regímenes caídos en desgracia debido al “5 más”, como Arabia Saudita, Qatar e Israel.
De esa manera se entiende cómo la derrota de ISIS provoca la derrota de sus mentores, de su proyecto y sus perspectivas. Y también, cómo la revolución kurda -con su experimento de Confederalismo Democrático- aún con todas sus limitaciones, es la barrera infranqueable que impide la pretendida reconstrucción del viejo imperio otomano, de la mano del “Sultán” Erdogán.
Derrota del régimen turco también en Turquía
La derrota de Erdogan no solo se está consumando en Siria e Iraq, con la caída en desgracia del Estado Islámico, sino también dentro de su propio territorio, a pesar de que su ejército ha obtenido algunas “victorias” militares contra el pueblo kurdo, varias de cuyas ciudades están siendo destruidas.
Sin embargo estas “victoria” son pírricas, porque políticamente se le vuelven en contra. Su política de aniquilación de los kurdos y de represión contra todos los que los apoyan (desde los docentes de Estambul hasta el prestigioso escritor Noam Chomsky) provocó una reacción internacional tan grande, que terminó aislando al Sultán y sus secuaces.
El respaldo explícito a ISIS, la represión contra las mujeres o la descarada quita de los fueros a los diputados del HDP (Partido Democrático de los Pueblos) -que técnicamente es un golpe de estado- han merecido el masivo y duro repudio de los líderes mundiales capitalistas, quienes debido a la crisis económica y la lucha de sus respectivos pueblos no tienen márgenes para apoyar semejante cantidad y calidad de improperios.   
La numerosa colectividad kurda, muy activa en países claves como Francia y Alemania (tradicional socio de Turquía) es vista con simpatías por todas las personalidades, la mayoría de las cuales se ha visto obligada a repudiar a los funcionarios turcos, como sucedió en el funeral de Muhamad Alí, cuando sus familiares echaron del mismo a Erdogan.  
Hasta la vieja amiga de Erdogan, Ángela Merkel, tuvo que tomar distancia. Esta relación tuvo su golpe de gracia con el reconocimiento parlamentario por parte de Alemania del Genocidio Armenio, un reconocimiento que se dio justo en el momento en que el régimen de Erdogan estaba terminando de destruir, con métodos genocidas, la ciudad kurda de Nusayabyn. 
El tiempo de Erdogan está llegando a su epílogo, lo que no significa que deje de ser peligroso. Todo lo contrario: ¡Cuanto más desesperado y sin salida se sienta más daño estará dispuesto a dar! Es que no puede volverse a casa así como así, estando acusado de crímenes de lesa humanidad que pueden incluir su pena de muerte, vía tribunal de la Haya u otras instancias.
Lo más probable es que su final definitivo ocurra de manera estrepitosa. ¿Será mediante su renuncia? ¡Descartado porque no tiene márgenes! ¿Esperará las elecciones? Difícil que llegue, y en caso de que lo haga no podría dejar su cargo debido a las acusaciones.
Quedan dos posibilidades. Una, por un GOLPE DE ESTADO de algún ala militar, que no sería la primera vez que suceda en Turquía. Podría ocurrir por una suma de elementos, como la impopular guerra civil contra los kurdos, la economía en picada, el alejamiento de los viejos aliados o la posibilidad de una “locura” mayor, como una guerra mucho que vaya más allá de las fronteras…
La otra podría llegar de la mano de la clase obrera en la escena, luego de una seria de huelgas generales que impongan cambio del régimen, perspectiva que podría desarrollarse a partir de las penurias que provoque la crisis económica, las muertes por los atentados, la guerra contra los kurdos o una eventual guerra con otros países provocando miles de muertos.
Muchos sectores de izquierda explican que esta perspectiva sería inviable debido al “chauvinismo turco”. De acuerdo a estos  primaría el sentimiento nacionalista de las masas, que hoy se expresa en el apoyo electoral al partido de Erdogan y más adelante en un hipotético apoyo a nuevas y más intensas aventuras militares en nombre de la “patria”.
Sin embargo, no tienen en cuenta que las guerras y las catástrofes siempre cambian todo, comenzando por las conciencias más atrasadas, empujando a los trabajadores y el pueblo hacia opciones de signo opuesto. De alguna manera, eso está empezando a suceder debido a la debacle del régimen y tiene su expresión de vanguardia en territorio kurdo.
Como diría Trotsky previendo situaciones como esta: "Al principio de la guerra las secciones de la IV internacional se sentirán inevitablemente aisladas porque cada guerra toma de improviso a las masas populares y las empuja del lado del aparato gubernamental.”
“Los internacionalistas deberán marchar contra la corriente. No obstante, las devastaciones y los males de la nueva guerra, que desde los primeros meses dejarán muy atrás los sangrientos horrores de 1914-18 desilusionarán pronto a las masas. Su descontento y su rebelión crecerán por saltos.”
En un contexto de esas características, las políticas revolucionarias volverían a seducir a las masas. Trotski dijo, en ese sentido, que “El programa de reivindicaciones transitorias adquirirá una ardiente actualidad y el problema de la conquista del poder por el proletariado se planteará con toda su amplitud.”
En ese sentido, lograr que la clase obrera turca se una con el pueblo kurdo en lucha -siguiendo el camino de Rojava- y que los kurdos y las kurdas dejen de confiar en las direcciones que les proponen desarmar las asambleas y las milicias populares -construyendo un estado occidental “ecologista y femenino”- debe ser el objetivo de los revolucionarios.
Si realmente están dispuestos a aprovechar las enormes condiciones que están desarrollándose para concretar una revolución de carácter obrera y socialista, también deberían disputarle la dirección de las masas a las dirección que las inducen a confiar en las potencias enemigas que “ayudan a pelear contra ISIS”, concretando acuerdos estratégicos, no tácticos, con estas.
La derrota del bloque sunní respaldado por una de las alas del imperialismo yanqui, deja en crisis a sus integrantes, siendo Turquía el que peor queda. La situación económica y la pérdida de aliados externos dejan a ese país en una situación de extrema debilidad, poniéndolo ante la perspectiva de un estallido o un golpe de estado, o una combinación de ambos.
Cualquiera de estas definiciones beneficiará a los kurdos, que conseguirán más concesiones y autonomía, incluso la posibilidad (sólo con una caída estrepitosa del régimen) de construir un estado independiente que separe Bakur de Turquía y (un sueño nada imposible en este contexto) que lo anexe a Rojava.
Esto significaría un golpe demoledor para el régimen imperialista en decadencia que hoy comanda Erdogan, que amenazaría al conjunto del dominio imperialista de Medio Oriente y la gobernabilidad de cada uno de sus lacayos locales.
Cualquiera de estas situaciones provocaría reacciones en Europa y una parte de Asia, ya que Turquía está en medio de ambos continentes e influye directamente a países cercanos -como, Armenia, Grecia o Azerbaiyán- provocando una onda “expansiva” que llegaría a otros más lejanos, que como Francia están inmersos en una profunda crisis.
Sería el comienzo de una etapa con finales abiertos entre la revolución y la contrarrevolución, dentro de la cual se podrán a prueba, más que nunca, los programas y las direcciones de los revolucionarios.
Las aguas del reloj de la lucha de clases caminan y, en la medida en que avanzan, ponen a prueba programas y direcciones de los revolucionarios. Aunque gran parte de lo expuesto entra en el terreno de las hipótesis, las agujas corren y cada vez son menos las opciones que tienen Turquía y Erdogan, acercando estas teorías a la realidad.

domingo, 12 de junio de 2016

Hay que derrotar a ISIS en Siria para liberar Rojava... pero sin los yanquis y demás imperialistas


Los mercenarios del Estado Islámico están siendo derrotados en varios frentes, tanto en Siria como Iraq, ya que los integrantes del “Pacto 5 más 1” que dio lugar a las conversaciones de Ginebra -Obama, el Papa, Putin, Irán y compañía- decidieron acabar con el poderío de las bandas apoyadas por Turquía, Qatar, Arabia y un sector del Partido Demócrata yanqui.
Esta resolución beneficia al pueblo kurdo, el más afectado por el avance de los islamitas. Por esa razón, las principales fuerzas que están al frente de la ofensiva militar son las YPG/YPJ de Rojava. Coincidimos con la necesidad de derrotar militarmente a ISIS, ya que su derrota ayudará a la liberación de los pueblos de toda la región.
En ese sentido, desde Kurdistán Desde el Sur no podemos sino ubicarnos en la trinchera de las milicias kurdas, colaborando con todo lo que esté a nuestro alcance. Sin embargo, tampoco podemos dejar de alertar el peligro que significan las tropas imperialistas, que están en la región con el supuesto propósito de “ayudar” en la lucha por la “libertad y la democracia”.
Los yanquis y los franceses están en Faluya, Raqqa o Manbij para defender sus intereses, tratando de llevar “agua para su molino”, garantizando el cumplimiento del “5 más 1”, que significa entregarle el poder de agente de la estabilización regional al Estado Teocrático de Irán, cuya dirección influye a Bashar en Siria y a los gobiernos de Líbano e Iraq.
Irán, a través del ejército de Al Assad, las milicias libanesas de Hezbollah en Líbano y las tropas oficiales de Iraq, tratará de garantizar la gobernabilidad para que monopolios que están detrás del mencionado pacto saqueen a su gusto. Ya, en los hechos, lo están haciendo en Irán, que abrió sus fronteras para los negocios de yanquis, italianos, franceses y demás.
Mientras tanto Estados Unidos está tratando de “domesticar” a los kurdos, intentando que sus líderes acepten algún grado de “autonomía” nacional que no cuestione la unidad de Siria ni de Iraq. Un engaño al servicio de mantener en el poder a las camarillas, como las de Bashar y Barzani, que una vez fortalecidas masacrarán a los revolucionarios kurdos.
El pueblo kurdo debe comprender que la única manera de liberarse es apoyándose en sus propias fuerzas y en la solidaridad obrera y popular internacional. Todo lo que venga de manos de los imperialistas -por más armas y tecnología que traigan- se transformará en un moderno “Caballo de Troya” desde el cual se atentará contras las conquistas de la revolución de Rojava.
Estamos en el mismo lado que los kurdos y las kurdas en su lucha contra Estado Islámico. Hemos hecho y continuaremos haciendo todo lo posible para apoyar y convocar a la solidaridad con esta heroica lucha. Pero, desde esa misma trinchera, decimos que no solo no hay que confiar en los imperialistas, sino que es necesario deshacerse de todos ellos.