Por
Martín Romero
En la foto: John Kerry, Staffan de Mistura y Sergei Lavrov
en Ginebra
No
voy a detenerme en esta nota a analizar detenida y cronológicamente el
contenido de las llamadas “Conversaciones de Paz de Ginebra”. Al contrario:
luego de hacer un brevísimo repaso de las partes y algunos de sus
condicionamientos volcados en la mesa, pondré énfasis en quienes quedaron
afuera, concretamente a la representación kurda y de sus aliados, el porqué de
ello y lo que podría suscitar la participación en unas negociaciones que poco
tienen que ver con los deseos y las necesidades de los pueblos de la región,
sino más bien con los intereses de sus verdugos.
A
pesar del fracaso de las llamadas “Conversaciones de Paz de Ginebra” anteriores,
las potencias imperiales continuaron buscando mecanismos para poner fin a la
crisis siria. Las partes, representadas por el régimen de Bashar al-Ásad y la
Coalición Nacional Siria solo han avanzado en un frágil alto al fuego, que
extraoficialmente se rompe día a día, pero que ha reducido los enfrentamientos
en algunas zonas. Las posturas parecieran indeclinables. Desde el oficialismo
se exige a la oposición la entrega de las armas y la subordinación al régimen,
y desde la oposición se reclama la salida de Ásad y la desarticulación del
baazismo.
También
hay que destacar que la oposición, incorrectamente titulada como “moderada” por
algunos sectores que se hacen eco en los medios, está compuesta por grupos
integristas sunnitas, que ponen en duda cual será el futuro de las minorías en
Siria. Por todo eso, estamos en condiciones de asegurar que ninguno de los dos
mas reconocidos bandos de la guerra es trigo limpio. Es más, a un lado y al
otro se han cometido numerosos crímenes y violaciones a los derechos humanos.
Bombardeos a viviendas, asesinatos contra la población civil, torturas, encarcelamientos
y demás aberraciones, compartidas con los terroristas de Daesh (el Estado
Islámico, o ISIS) y el Frente al-Nusra.
A
pesar de todo eso, la supuesta Comunidad Internacional (mejor dicho, el
imperialismo) y los medios hegemónicos de comunicación legitiman al régimen y a
la CNS como los dos bandos que deben ponerse de acuerdo. ¿A quiénes han dejado
afuera de las negociaciones? A Daesh y al-Nusra (al-Qaeda), y también a los
kurdos.
Como
ya está demostrado a esta altura, las consecuencias de la guerra que “importan”
a dichos países no son las que sufren los pueblos, sino las políticas, las geoestratégicas,
o directamente, las económicas. Un factor importantísimo es la crisis de los
refugiados, que en millones han huído de los enfrentamientos, buscando llegar a
zonas seguras, y una buena parte ha fijado destino en Europa. Ante estos
hechos, la Unión Europea, principalmente Alemania por ser el centro de poder
económico de dicho bloque, ha negociado con el gobierno de Turquía una suerte
de “contención”, basada en represión y control, algo que el estado turco es
proclive a hacer, incluso con los propios turcos y las minorías étnicas. De
esta forma, el gobierno de Erdoğan ha obtenido un paliativo para los problemas
económicos de Turquía, y su chantaje hacia los aliados europeos ha rendido sus
frutos con la obtención de 6 mil millones de euros como moneda de cambio para
“contener” a la ola de refugiados.
Turquía
tiene sus patas metidas en el conflicto sirio desde el inicio, de la misma
forma que las monarquías saudí y del Golfo. Los EEUU, Rusia e Irán han
intervenido de lleno también, apoyando a distintos bandos (en el caso de
Washington, estos “apoyos” han sido fluctuantes y cambiantes). La cambiante
coyuntura, de acuerdo a la correlación de fuerzas de los actores sobre el
terreno ha condicionado las estrategias de las potencias de acuerdo a dos
factores primordiales: El rol del régimen y el rol de los kurdos.
Los
EEUU, quienes han sido los más cambiantes, han pasado de buscar la caída del
régimen a considerarlo como un “mal necesario” para la estabilidad del país y
para la neutralización de grupos armados sobre los que no tiene control
directo. En la actualidad, solo se remiten a sugerir que, si bien es necesaria
la salida de Bashar al-Ásad, el baazismo debe formar parte de la política
interna siria. La Casa Blanca también ha comenzado a ver al gobierno de Erdoğan
como un escollo a la solución del conflicto y la estabilidad por sus
pretensiones regionales, y ha intentado persuadir al presidente turco para que
no intervenga directa y militarmente en suelo sirio.
En
cambio, Rusia e Irán se han mostrado desde el inicio como pilares del régimen
baazista, y la intervención militar rusa, a pedido formal de Damasco, ha
otorgado aire vital a Ásad y sus fuerzas sobre el terreno, que se traslada a la
arena política de cara a las negociaciones. Unidades iraníes, así como también
milicias chiíes y el Hezbollah libanés han tomado parte de los principales
combates del lado del régimen, siendo ellos mucho mas efectivos en las acciones
que las propias unidades del Ejército Árabe Sirio.
El
segundo factor, sobre el rol de los kurdos de Rojava (también llamado por
algunos como “Kurdistán Sirio”), es mucho más interesante, porque el único
consenso que despiertan entre los EEUU y Rusia, es que son un factor clave.
Otro consenso que han generado los kurdos (a esta altura, ya podríamos hablar
de “kurdos y aliados”) es el de la superación de algunas de las pronunciadas
diferencias entre Irán y Siria con Turquía, que abierta y secretamente han
abordado sus respectivos problemas con las minorías kurdas en dichos países, y
han acordado unánimemente dilapidar sus aspiraciones.
Fiel
testimonio directo de esto es la pasada reunión entre los presidentes Rouhani y
Erdoğan, donde acordaron enfrentar a enemigos comunes bajo motes de
“separatismo” y “terrorismo”, y que tuvo extensiones manifiestas al otro lado
de la frontera, con el ataque fallido de fuerzas assadistas contra milicianos y
civiles kurdos en Qamishlo y bombardeos de la Fuerza Aérea Siria al barrio
kurdo de Alepo, Şêxmeqsûd. Sin
embargo, esa situación chocaría en parte con los intereses de las principales
potencias que, como siempre, buscan dividir para reinar. Por eso es común escuchar
al canciller ruso Lavrov pedir al cuerpo presidido por Staffan de Mistura que
haga lugar a la participación de las fuerzas políticas de Rojava en las
negociaciones de Ginebra. También los EEUU, aunque no tan abiertamente por
condicionamiento de parte de sus aliados (principalmente Turquía), pero si
mediante funcionarios de segunda línea que han sostenido posturas similares en declaraciones
a algunos medios internacionales.
¿Por
qué los EEUU y Rusia quieren a los kurdos en la mesa? Para aplastarlos, pero no
a ellos como etnia, sino a su revolución. Como ya sabemos, los kurdos y sus
aliados no son un simple actor mas, que busca quedarse con el botín de guerra o
el poder político. En Rojava hay una revolución multiétnica, feminista y
ecologista en marcha que no cuadra con las aspiraciones ni del imperialismo
yanqui o ruso, ni con las de los regímenes regionales, como el baazista de
Siria, el conservador de Turquía y el teocrático de Irán, todos ellos
autoritarios y represivos (*).
Aquí entra en juego una contradicción
contrarrevolucionaria, porque el imperialismo aboga por un reconocimiento como
actor clave de los kurdos, siempre que se respete la subordinación a los
estados en que se encuentran forzosamente divididos y oprimidos. Por otra
parte, los aliados regionales del imperialismo encarnados en los regímenes
anteriormente citados, ya no por cuestiones geoestratégicas sino internas, no
solo quieren aplastar la revolución, sino someter a los kurdos para evitar un
“efecto contagio” en otras minorías oprimidas.
El
título-cuestionamiento de la nota nos lleva a buscar respuestas sobre a quienes
les conviene la participación de una delegación de Rojava en Ginebra. Al
parecer, sólo sería posible dicha participación si se bajaran las banderas,
resignando las aspiraciones revolucionarias, principalmente la declaración de
autogobierno, transformando a Ginebra en un nuevo Lausanne para los kurdos.
Algo que, a esta altura y con el correr de los hechos, los pueblos del
Kurdistán Occidental no parecen estar dispuestos a hacer.
Cabe
recordar que con la declaración de la Administración Federal de Rojava y el
Norte de Siria se levantaron todas las voces en contra. Damasco, la Coalición
Nacional Siria (oposición), Teherán, Ankara, Washington y Moscú salieron al
cruce por considerar que la misma atentaba contra la unidad territorial de
Siria, conformando un “Frente amplio contrarrevolucionario” para la ocasión.
Las Conversaciones de Ginebra significan el reparto del poder político y, por
extensión, territorial a los distintos grupos beligerantes, siempre
condicionado a los intereses del imperialismo.
(*)
No se tuvo en cuenta a Irak, por ser diferente la situación allí con respecto a
los otros tres estados. Si bien existe el Gobierno Regional del Kurdistán, este
es títere de la OTAN, tiene lazos con Turquía y es contrario a las aspiraciones
de libertad y autodeterminación del pueblo kurdo.
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